lunes, 31 de marzo de 2008

África desde el cielo

Castro Urdiales, 22 de marzo de 2008
Esta tarde lluviosa de sábado no ha tenido nada de triste. El sol de la alegría ha calentado y animado mi casa.

Ese maravilloso satélite que nos permite ver la Tierra, bajando en segundos hasta cualquier sitio del planeta, ha logrado acercarnos a Maronkunda, en Gambia. Es el pueblo de Alassana. Me gustaría que pudierais oír su acento, ver su emoción, sentir su entusiasmo. Yo no podía dejar de mirarle. “¡Mama, eso, eso la mesquita, eso el poso agua! ¡Aquí mi casa… baja… baja… casa de mi buela! ¡Aquí escuela!”.

A la salida del pueblo se veían tres árboles y los reconoció. “¡Aquí, mama, mango, dos grande, uno chiquitín! ¡Yo mucho mango, para todos, para todo el poblo!”. Seguimos camino arriba y abajo, pasando por todos los pueblos que nombraba, este grande, este chiquitín, Kontikunda, Njakunda, Mintikunda, Nokunda. Bajamos hacia el río y vimos un recinto cuadrado, donde dice que su madre trabajaba cultivando arroz y muchas cosas más. Fue un espectáculo ver su entusiasmo.
Le imprimí la vista aérea de su Maronkunda y me pidió otra. Las metimos en fundas de plástico y les daba besos. Sidia no dejaba de reír, viendo a su amigo. Qué diferencia con la reacción de Pakom y de Lamine, dos ivorianos a los que les enseñé otro día su país y que reaccionaron con sorpresa, como yo el primer día, pero con tranquilidad.

Después empezó a sonar la música de Capleton y Alassana ya se desbordó. Saltó de la silla y se fue a bailar al pasillo. “¡Esto, esto gusta mucho mí¡”. Mi amigo Juanjo, que fue con quien vinieron, estaba emocionado y encantado también de vivir aquello. Gracias a él tendré esta agradable sensación que me hace sonreír cuando la recuerdo. Cayó una granizada tremenda y cogimos puñados de las ventanas. Fue como el confetti de un fin de fiesta.

martes, 18 de marzo de 2008

Modelo de instancia

Léase con buen humor...

Modelo de instancia
Antonio Orejudo
Reunidos. De una parte, Don ________, nativo de tal sitio; en lo sucesivo, el INMIGRANTE. Y de otra, el Estado español representado por don Mariano Rajoy Brey, con DNI tal, domiciliado en tal otro sitio; en lo sucesivo, el ESPAÑOL. Los comparecientes, reconociéndose mutuamente la personalidad con que intervienen y la capacidad legal necesaria para celebrar este contrato,
Exponen
PRIMERO. Que la española cuando besa es que besa de verdad.
SEGUNDO. Que picha española nunca mea sola.
TERCERO. Que el INMIGRANTE desea ser español.
CUARTO. Que el ESPAÑOL está dispuesto a reconocerle al INMIGRANTE tal condición cuando respete las siguientes
Cláusulas
PRIMERA. Entrar a las salas de proyección cinematográfica con recipientes gigantes de palomitas de maíz y depósitos inverosímiles de cocacola. Deglutirlos sonoramente y/o hacer comentarios en voz alta sobre la película.
SEGUNDA. Preservar nuestras fiestas: Halloween, Valentín’s Day, St. Claus and Goya Awards.
TERCERA. Decir, cuando te guste una canción, “esa canción me hace sentir bien”.
CUARTA. Acudir en pandilla los sábados por la tarde al centro comercial más próximo a tu casa y pasarse la tarde caminando por sus pasillos como gilipollas, comiendo chuches o entrando en el cine en cumplimiento de la cláusula PRIMERA.
QUINTA. Agredir, al menos una vez en la vida, a un desfavorecido, grabarlo con el teléfono móvil y compartir ese divertimento tan gracioso con la comunidad de internautas.
SEXTA. Hacer botellón los fines de semana, intentando molestar lo más posible al vecindario; orinar entre dos coches y dejar que tu perro defeque en la acera para facilitar el cumplimiento de la cláusula siguiente.
SÉPTIMA. Pisar una mierda. Imprescindible para considerarse 100% español.
OCTAVA. Someterse a una dieta rica en azúcares, grasas industriales e hidratos de carbono y acompañarla de una vida sedentaria, a ser posible frente al televisor. Echar barriga. Echar un culo como un pandero, ponerte un tanga y pensar que te queda bien.
NOVENA. No ceder tu asiento en el autobús así esté la tía pariendo un prematuro o la vieja gritando de dolor porque se le ha partido la cadera. Que no hubiese tenido osteoporosis, no te jode. Tutearlos siempre, y no pedir las cosas por favor, ni por supuesto dar las gracias.
DÉCIMA. Pasarle la mano por el hombro a un compatriota y decirle al menos una vez: “Macho, como en España no se vive en ninguna parte”. Y en prueba de conformidad con cuanto antecede, suscriben el presente contrato.

Y ahora en serio... ¿Habrá personas más educadas que los hermanos africanos?

jueves, 13 de marzo de 2008

Mendi



Opassan Mendi Abdulay Senghor era taxista en Banjul, la capital de Gambia. Tiene 32 años, está casado y tiene dos hijas y un hijo: Fatumatu de 12 años, Fanta de 8 y Mamadou de 6. En su casa vive también su padre, que tiene una salud delicada, y dos familiares más. Mendi no podía llevar suficiente dinero a casa, por lo que embarcó buscando un futuro mejor. Recuerda lo feliz que era su vida allí: conocía a mucha gente y, al recordar, chasquea la lengua y mueve la cabeza... y pasa página. Mucha alegría y poca comida.

Aquí trabaja duro. Cuando le preguntas cómo está, su respuesta siempre es: “Mendi cansao”. Sus compañeros de trabajo tienen cuerpos fuertes pero él es más endeble. Aún así, trabaja, sonríe mucho y veo su satisfacción cuando le acompaño a mandar dinero a casa. Yo le guardo sus ahorros y no sabe cómo expresarme su agradecimiento. Disfrutamos planeando vacaciones en su país, aunque me basta pensar que sea él el que vuelva. Mi padre decía que siempre hay que tener ilusiones.

Mendi habla inglés, francés, árabe, wolof y dos dialectos más. El español se le resiste, pero lo conseguirá. En el Encuentro Intercultural que hubo en Castro en septiembre del año pasado, colaboró haciendo el nombre de la gente en escritura árabe. Espero que este año lo repita y que consiga muchos euros. Los amigos le procuramos el material y cobraba 1 euro por la lámina.

Un día, le fui a dar a Mendi una parte de las monedas que una amiga, que las iba guardando en un bote, me dio para los chicos. Mendi me dijo que mejor le comprara crema para la piel. Sus manos se agrietan y se le hacen heridas. Me dijo: “Quiero una crema para yo blanco; yo muy negro”. Le respondí que su color de piel es muy bonito. “Bonito blanco”, decía él. Y en esta divertida discusión de querer lo que tiene el otro, pasamos un buen rato.

Cuando le llamo para ir a cualquier sitio, Mendi siempre me dice que sí. Se pone una gorra y unas gafas de sol y parece un chulito. Pero yo sé lo que hay dentro: un buen hombre.

martes, 11 de marzo de 2008

¡Un trabajo para los niños!



El otro día, el periodista Guillermo Pardo reseñó en su blog MigraMundo este nuestro blog africano con un texto muy bonito, cálido y halagador. Tras agradecérselo, llamé a Mamá Afrika para contárselo, para que vea cómo poco a poco sus historias están llegando más allá de las fronteras de nuestro grupo de conocidos. Ella se sorprende mucho cada vez que le doy este tipo de noticias, porque no está acostumbrada a escribir para el mundo virtual, que a veces parece infinito.

Pero, recuperada de la sorpresa, Mamá Afrika me dijo: “¿Y ese señor no sabrá de algún trabajo para mis niños?”. “No creo, ama…”, le contesté, “si además él está en Galicia”. “Hay que ir a lo práctico”, sentenció ella.
Así que nada, ahí queda dicho, para Guillermo y para todo el que nos lea. Si sabéis de un empleo para los niños, no dudéis en contactar dejando un comentario. Los niños son negros, son inmigrantes, son listos y hábiles, están aprendiendo español y tienen tantas ganas de trabajar como de volver a ver un atardecer africano. Se comen el mundo.

Dicho lo dicho, os dejo con un artículo del geógrafo de la Universidad de Cantabria Pedro Reques Velasco, publicada el 7 de marzo de 2008 en El Diario Montañés:

Por culpa de la inmigración extranjera ¿qué?
Por culpa de la inmigración extranjera nuestra economía crece a un ritmo muy superior al de los demás países europeos, nuestra población frena el declive demográfico que el galopante proceso de envejecimiento -consecuencia de la caída de la fecundidad- había provocado y casi un millón de pensionistas españoles pueden cobrar sus pensiones.

En los últimos seis años, también por culpa de la participación en nuestro mercado laboral de la inmigración extranjera, los españoles somos un 40% más ricos, nuestro PIB ha crecido en un 50% y nuestra tasa de actividad se ha incrementado en más de 10 puntos y la actividad, no lo olvidemos, es importante porque genera actividad.

Por culpa de la inmigración extranjera cientos de miles de nuestros mayores y de nuestros niños tienen asegurados cuidados y atención personal. 600.000 extranjeros sostienen nuestro sector de la construcción y de las obras públicas y casi un millón trabaja el campo que nosotros abandonamos, haciendo posible que esta producción sea recogida y que haya producción -también para exportar-.

La inmigración extranjera de carácter laboral (paréntesis: a los inmigrantes que vienen del Norte y Centro de Europa no les llamamos inmigrantes pues forma parte del fenómeno que en Ciencias Sociales llamamos 'turismo residencial'), aquí, en España, actualmente, no es una amenaza, sino un factor de dinamización cultural, un imperativo demográfico, una necesidad económico laboral y para varios cientos de familias españolas -déjenme decirlo, queridos lectores-, también una bendición social.

viernes, 7 de marzo de 2008

Leer sobre Afrika 2



Una Torre de Babel para los niños patera

En el internado de Juan Trujillano hay chavales de 34 nacionalidades. Los últimos en llegar, un grupo de pateristas / Él mismo costea un centro que levantó en un pueblo de Salamanca en 1960 y que le cuesta 500.000 euros al año, sin aportación de la iglesia. En La Inmaculada conviven en milagrosa sintonía 800 alumnos 'problemáticos'

Por GLORIA VILLORIA PRIETO. Fotografías de RICARDO CASES

Casi todos los niños y adolescentes que llenan de bullicio y carcajadas los pasillos laberínticos de La Inmaculada a la hora del recreo proceden de la miseria económica o humana. Son huérfanos, hijos de prostitutas, inmigrantes ilegales o chavales complicados. Recalaron aquí por el desespero de sus padres, que conocieron el prestigio del centro a través del boca a boca.
A 57 kilómetros de Salamanca y cerca del límite con Ávila, el internado se enclava en Armenteros, en un páramo al pie de la sierra de Gredos. Rodeado de carreteras antediluvianas, retorcidas y cuajadas de baches que lo aíslan del mundo, sorprende de golpe tras la enésima curva del trayecto. Y se dibuja entre la niebla y las encinas como un oasis de edificios blancos, en contraste con la piedra oscura y vieja del pueblo. En vista de la estampa, cualquiera evocaría un reformatorio sórdido cercado de muros infranqueables con alambre de espino y arcos detectores de metales. Pero no. En La Inmaculada no hay muros ni vallas; sólo campo… y 52 profesores voluntariosos, 776 alumnos y 50 trabajadores de administración y mantenimiento.

Pese a su modestia, las cifras que arroja La Inmaculada son vertiginosas y contradictorias. Por un lado, el 70% de los alumnos vive y estudia aquí gratuitamente; y por otro, los que pueden pagan menos de 200 euros al mes. El colegio requiere más de 600.000 euros al año y del Estado no recibe más que 240.000: lo mismo que cualquier centro educativo concertado, con la diferencia que aquí los gastos contináan cuando terminan las clases. Entonces, ¿quién –y cómo– mantiene este negocio a todas luces ruinoso?
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martes, 4 de marzo de 2008

Alassana



Me llamo Alassana Diayte, nací en Gambia y tengo 18 años. Estoy en España desde hace dos meses y tengo un amigo que se llama Sidia. Quiero aprender español porque es muy importante para encontrar trabajo. Soy estudiante de español en la escuela de adultos. Me gusta bailar y tengo muchos amigos en Castro. Voy a Talledo en autobús y a veces en coche con mi amigo Juanjo o con mama Luci. Siempre estoy con mi amigo Sidia.
Mis profesoras se llaman Tamara, Sandra y Luisa -aunque en la foto aparece con Rosa-. Yo estudio español y ayudo a estudiar a una chica que se llama Barca, ella es de Marruecos. Busco trabajo y puedo hacer de todo. Sé ingles y tambien árabe.
Quiero contar una historia que me pasó en mi país, Gambia. Un día fui al campo y me salió una serpiente, era de color negro. Yo le tiré con palos y la serpiente no me mordió pero me echó su veneno soplando a los ojos y entonces todo lo vi rojo. En mi país hay muchas serpientes y otros animales que no hay aquí.

Cuando la cobra le escupió el veneno, Alassana tenía unos doce años y estaba con un amigo que le llevó a casa. Estuvo ciego casi un día entero.

Es un muchacho encantador. No ha ido nunca a la escuela, pero es muy educado. Habla bajo, sabe escuchar, utiliza mucho las palabras gracias, por favor y sorry, no deja que lleves pesos, ni que trabajes, se lamenta cuando se da cuenta de que no ha hecho el té porque se había olvidado, te pregunta por toda la familia... es un cielo.

Dice que en su pueblo, Maroncunda, trabajaba mucho con su madre. Señala la azada y dice: “Con esto... mucho mucho, mi madre y yo, y cantábamos”. Y me canta una canción. Y me los imagino plantando arroz y tomates. Felices. Pobres, pero felices. ¡Cuánto debe de echarle de menos su madre!
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