Ha venido a casa. Quería hablar, planear su futuro inmediato. "Mama, ¿qué hago? El autobús es muy caro, ¡todos los días casi seis euros! Pero tengo que ir y hacer ese curso porque ellos me pueden ayudar. Necesito a alguien que me lleve en coche... O un sitio cercano donde dormir... Mama, tengo miedo".
Y esa última frase me duele en lo más profundo.
Se ha ido y no he utilizado la frase que debería, la que él siempre usa cuando alguien le necesita, ofreciéndose sin reserva: ESTOY AQUÍ.
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