jueves, 28 de mayo de 2009

Complicidad



Una historia de hace algo más de una semana…

Estoy de vacaciones en el sur. La realidad de África está cerca y no sólo geográficamente; la playa es un continuo desfile de vendedores. He conocido a un rasta-man. Es de Saint Louis, Senegal, y se llama Falou. Le vi la otra noche en Puerto Banús y, como vio mi complicidad, no me dejó marchar: “Espera, no tengas prisa, hablamos”. Las compradoras se fueron y empezamos a hablar.


Hoy él me ha conocido cuando estaba en la playa. Aquí el contraste en aún mayor, no se siente la crisis, veo a los guiris despidiendo con aires de suficiencia a estos vendedores que, con su infinita paciencia, recorren la playa, cargando en sus brazos bolsos, gafas, relojes, eso sí, todos de marca, intentando ganar unos euros antes de que la policía municipal haga su trabajo y los eche de la playa.


“¡Llevamos una semana aquí y ya me preguntan por Mamá Afrika!”, me grita mi marido. Y yo le pregunto que si era uno con rastas. “¡No, era uno rapado y gordo!”. Os juro que a Falou no le he dicho nada más que tengo amigos africanos. Eso sí, saludo a todos los que veo. No puedo comprarles un bolso, pero sí echarles una sonrisa.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Miedo



Ha venido a casa. Quería hablar, planear su futuro inmediato. "Mama, ¿qué hago? El autobús es muy caro, ¡todos los días casi seis euros! Pero tengo que ir y hacer ese curso porque ellos me pueden ayudar. Necesito a alguien que me lleve en coche... O un sitio cercano donde dormir... Mama, tengo miedo".

Y esa última frase me duele en lo más profundo.

Se ha ido y no he utilizado la frase que debería, la que él siempre usa cuando alguien le necesita, ofreciéndose sin reserva: ESTOY AQUÍ.

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