viernes, 31 de octubre de 2008

Peligros de la ciudad



Una historia de hace un tiempo...

Rosa me llama y me dice que va a acompañar a unos africanos a Bilbao. Ha venido un santón de Senegal a visitarlos y quieren acompañarle para que siga su viaje por Francia y Alemania. Me ofrezco a ir con ellos. Tengo curiosidad por conocer a ese hombre al que respetan tanto. A la hora prevista aparecen dos de nuestros chicos con una maleta y un señor mayor con el pelo entrecano, gafas de sol, blusón blanco hasta media pierna, collares, y zapatos y calcetines negros. Se le nota el rango, tiene porte y dignidad. Le advierto que lleva suelto el cordón de un zapato, se inclina para atarlo, pero uno de los africanos se agacha rápido y solícito para ayudarle.

Nuestros dos amigos y el santón viajan en la parte de atrás y nosotras delante, intercambiando miradas de asombro y complicidad.

El venerado señor no va a la estación de autobuses, como creíamos, sino que va a dormir con unos amigos que tienen una tienda. Llegamos a la calle en cuestión y nos despedimos del santón. Los chicos le acompañan y le llevan la maleta. Les advertimos que no tarden mucho porque es un sitio donde nos sentimos incómodas. Rosa y yo nos encerramos en el coche. Hay movida, bueno, sabemos por el periódico que en esta zona casi siempre la hay.
Vemos por el retrovisor que tres policías vienen por la acera. Patrullan de tres en tres, como en el Bronx. En una rueda del coche aparcado delante del nuestro, un chico deja algo y se sienta en una ventana. Los policías nos miran. ¿Pensarán que hemos venido a por droga o a buscar sexo? Cuando se alejan, el chico recupera lo que ha dejado y se va. Viene una ambulancia. Están la policía municipal y la ertzaintza. Un chico en silla de ruedas se para, busca y rebusca algo, parece que no lo encuentra... y de repente... ¡se levanta y ni siquiera cojea! Se vuelve a sentar y se marcha empujando las ruedas.

Rosa y yo alucinamos. Llamamos a nuestros africanos, tardan demasiado, y queremos irnos cuanto antes de allí. Aprovechamos el viaje para que uno de ellos compre bolsos en los almacenes de los chinos y volvemos a Castro. Bendito Castro.
Pienso que los africanos que viven aquí están bien. En las ciudades no les queda más remedio que vivir en los barrios pobres, donde se juntan las miserias y los peligros. Agradezco más que nunca la calidez del trato humano. Que Aitor cruce la calle para saludarlos, que Jose les lleve a pescar, que Alassana vaya a saludar a Elena y a Kertxo y diga "yo muy feliz ahora", que tengan amigos, que estén integrados. Estoy encantada porque vivimos aquí.

viernes, 24 de octubre de 2008

Crisis


Esta semana me han llamado muchos africanos: Abdulai, Kargbo, Sangüi, Seku y Yusuf, que están en Almería, Las Palmas y Barcelona. Parece que llega el invierno y con él las preocupaciones. Me saludan con alegría: "¡Mamá Africa!". Y se interesan por toda la familia y por los amigos que conocieron aquí. Les pregunto por su situación y todos me dicen que "muy difícil en España".

A un amigo de Costa de Marfil le ha visitado su hermano mayor, que es veterinario y está haciendo un curso de dos meses en Roma. Me dijo que deberíamos contactar con asociaciones de madres africanas y ayudarlas en la tarea de convencer a los jóvenes para que no vengan en cayucos. "Es necesario parar este éxodo", dijo.

Tiene razón, arriesgan su vida y están malviviendo. Hoy han echado a dos de mis chicos, que trabajaban en un restaurante. ¿Tendrán para comer mañana? ¿Y cómo pagarán el alquiler el día uno?

jueves, 23 de octubre de 2008

Miradas a la inmigración



A partir de mañana, viernes, Castro Urdiales va a acoger la Muestra de Cine Social e Inmigración, una excelente ocasión para disfrutar del séptimo arte y conocer mejor el fenómeno migratorio al mismo tiempo.

No he visto muchas películas sobre el tema, pero sí he visto unas cuantas sobre África y creo que son de las que más me han impresionado en mi vida, sobre todo ‘El color púrpura’, ‘Hotel Rwanda’ y ‘Diamante de sangre’.

Las cintas, algunas de ficción y otras del género documental, se proyectarán en el Centro Cultural La Residencia (c/ María Aburto), los viernes entre el 24 de octubre y el 21 de noviembre, a las 19 horas. También habrá una obra de teatro. Doy por hecho que la entrada es gratuita, ya que no he encontrado el dato del precio en ninguna parte.

Programa del ciclo:
www.castro-urdiales.net/ayuntamiento/AgenciaDesarrolloLocal/Punto_Informacion_Europea/2008_2009/Ciclo_Cine_Teatro_A%F1o_Europeo_Dialogo_Intercultural_Cartel.pdf
Más información: www.eldiariomontanes.es/20081021/cultura/cine/cinco-miradas-integran-muestra-20081021.html

martes, 21 de octubre de 2008

Peregrinos y delfines de la suerte



En Castro hay un albergue de peregrinos que recorren el Camino del Norte, de Irún a Santiago. Yo hice el Camino con mis amigas, y el año pasado ayudamos a equipar el albergue y atenderlo unos días. Este año también hemos echado una mano, pero nos hemos llevado a un traductor excepcional: Sidia Konteh, de Gambia. Un musulmán recibiendo a los peregrinos católicos. Qué contraste, ¿eh?


Ha sido un acierto: el muchacho es encantador. Siempre con una magnífica sonrisa, recibía a los peregrinos, los inscribía, les enseñaba las duchas, el dormitorio, dónde podían lavar y tender, dónde guardar las bicis, dónde comprar... Ha barrido y fregado. Este último mes le llevé un camping gas y una tetera y, con esa elegancia y educación naturales que no ha recibido en ningún colegio de pago, ya que no ha ido nunca a ninguno, les ha hecho y ofrecido té a todos. El albergue tiene 16 camas pero han dormido hasta 23 personas. Sidia estaba pendiente de que todos tuvieran con que arroparse. Ha hecho muchos amigos, con algunos ha paseado y hasta le han llevado a cenar, respetando su ayuno diurno en el Ramadán. Desde junio han pasado unos 1.500 peregrinos de 33 nacionalidades.

Ahora hay menos peregrinos, pero hasta cuando sólo hay uno pasan cosas excepcionales. Sidia ha tenido una herida en la rodilla que había que curar todos los días y ver su evolución. Lo hacía Juan Ogando, “padre Juan”, como le llama Sidia. Un día que él no pudo, se lo iba a curar yo. Estaba un peregrino alemán leyendo, el único en el albergue, y ya con el equipo de cura en la mesa le comenté a Sidia: “¿Este hombre no será médico, por casualidad?”. Y preguntamos: “¿Are you a doctor?”. Ante nuestra sorpresa, dijo que sí, se levantó, cogió los bártulos y curó a Sidia con maestría: nos dio los mismos consejos que nos habían dado en el Centro de Salud.

¿No es increíble? Tenía justo la profesión que necesitábamos ese día. Ya os dije que este chico, que vino en un cayuco escoltado por los delfines, va a tener suerte. Termino con una palabra que le encanta a Sidia y la repite una y otra vez: “Ojalá…”.

jueves, 16 de octubre de 2008

Boquiabierta



Tengo ya 54 años y hay cosas en la vida que me siguen dejando boquiabierta. Literalmente. Uno de mis africanos tiene desde hace dos meses una novia española y me ha pedido permiso para ir a vivir con ella. Quiere que hable con la chica para conocerla y darle mi opinión.


Yo le dije que si los dos quieren y, ya que son mayores de edad, pues que lo hagan, con toda tranquilidad, pero se escandalizó: "¡No ama, tú tienes que hablar con ella!". Quise librarme y librar a la chica de esta situación, pero según su cultura es necesario que su 'madre' de aquí se lo permita. Es un chico adorable. Espero que este amor no les haga sufrir demasiado y que a mi africano, ya que no le va muy bien en el trabajo, le vaya bien en el amor. Se lo merece.

martes, 7 de octubre de 2008

Nuestro pequeño rincón africano



Mi pequeña experiencia del II Encuentro Intercultural de Castro Urdiales fue conocer a más chicos africanos y ver a gente de todo tipo acercarse con curiosidad, queriendo aprender, queriendo conocer.
La primera visita a nuestro stand fue la de una chica de Castro que estaba con una niña -creo que era su sobrina-, una pequeña preciosidad de rizos rebeldes, sangre cubano-africana y vida española. Buen ejemplo de la mezcla cultural que pretende el Encuentro.



Los chicos hicieron té y el nombre en árabe, bailaron, rieron e incluso vendieron bolsos de imitación cerca del stand. Otra chica, de la que no recuerdo el nombre, hizo tatuajes.

Un año más, fue una experiencia interesante. Quizás no muy productiva, ya que los chicos apenas logran ganar un dinerillo, pero gratificante en todo caso.
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