Un día me llama Kafu y me dice agitado algo de la policía. Trabaja ilegalmente, claro. Me dice que ha salido corriendo de la obra, pero que está bien. Quedamos en vernos por la tarde para que me lo explique mejor. Y ahí me quedo yo con el corazón palpitando y pensando que si yo estoy así, cómo estará él. No pasó nada, la policía no iba por ellos.
Kafumba manda dinero a su madre y a un hermano que está en Marruecos. Su mujer, Alice, se fue de Liberia a Sierra Leona con sus hijos, con su familia y no tienen contacto. Mira su foto y dice “Mi cariño, dónde estará mi cariño”. Un domingo que fui a su casa tenía la Biblia y otros libros de religión sobre la cama. “The Bible is my wife now”, dijo.
No sé como pueden soportar el estrés que tiene que producir vivir sin saber ni dónde ni cómo está su familia, la inseguridad de su trabajo, la orden de expulsión del país, la soledad... Y no se quejan. Y sonríen. Y dan gracias a Dios.
Voy a imaginar que yo voy a un pueblo francés, por ejemplo. Consigo un trabajo, alquilo una habitación. Comparto casa con dos personas de otras nacionalidades a las que no conozco. Trabajo y voy a casa: cuanto menos gasto, más ahorro. Si la "police" me pide que me identifique me puede expulsar, es decir, vivo con ese temor. Si me encuentran trabajando, me pueden echar. Sin dinero no pago el alquiler, no como, no vivo, no mando dinero a mi familia que las está pasando canutas... aggghhh. Seguro que me entraría angustia, tristeza, depresión.
¿Pero de qué pasta están hechos los africanos? Creo que tengo que ir a África para entenderlo. Estoy invitada a un montón de países. Para el 2010 son la mayoría de las invitaciones. Será genial saber que vuelven con unos ahorros para mejorar su vida, que sólo habrán sido dos o tres años de trabajo, de desarraigo, de penurias.
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