jueves, 24 de enero de 2008

Todo empezó así

Mi vínculo con los africanos empezó en octubre de 2007. Una compañera de la Asociación de Mujeres, que es voluntaria de Cruz Roja, pidió unos zapatos del nº 45, y yo tenía unos que mi hijo Iker no se ponía. Podría habérselos dado a ella, pero mi curiosidad por ver a los chicos que venían en cayuco me llevó a subir al albergue de Talledo con tres amigas.

Desde ese día no he podido dejar de subir. Hay dos chicos de ese primer grupo, Ibrahim, que está en Tenerife, y Chek Diop, que vive en Granada y suele visitar a mi sobrina Eider en el Gambrinus, con los que tengo contacto. A los demás ni los recuerdo.

Talledo está en pleno monte a unos 12 kilómetros de Castro. El bus urbano sólo llega a Otañes y quedan 4 kilómetros de plena subida para llegar al albergue. Este cuenta con 7 literas, por lo que nunca hay más de 14 personas. Hay dos cuidadores que pasan las noches y el fin de semana: Alfredo y David. De lunes a viernes una trabajadora social y una educadora hacen su labor.

También hay voluntarios que se ocupan del guardarropa, de enseñarles español o a utilizar los juegos de mesa en una tarde lluviosa, de ir a jugar al fútbol, de llevarles a ver Bilbao... Tratar de acompañarles, hacer que no se sientan aislados, ayudarles a integrarse, son tareas muy gratificantes que llenan el corazón.

Cuando Sidia frunce el ceño y me reprocha que no suba todos los días, siento no poder hacerlo. Subo las tardes de los domingos. Me gustaría hacerlo más.


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