sábado, 17 de mayo de 2008

Alimentos


Una vez al mes, voy al Banco de Alimentos de Cantabria a recoger comida para nuestros amigos africanos. Allí me dan paquetes de lentejas y alubias, de arroz y azúcar, galletas, pan, yogures a punto de caducar, carne envasada, latas de conservas, botellas de refrescos, un poco de leche y, cuando hay suerte, un litro de aceite de girasol o fruta.

Hay que dar muchas gracias. A Patricia, la trabajadora social del Ayuntamiento, que respalda con su firma la necesidad más básica de muchas personas. Y a los voluntarios del Banco de Alimentos, que siempre son muy amables conmigo y que dedican su tiempo a repartir felicidad en forma de comida.

La ayuda es tan necesaria… Algunos días, nuestros amigos no tienen nada que cenar porque sus jefes les pagan tarde. O, de repente, viene una mala racha y se quedan sin trabajo. A veces pienso que deberíamos montar un Banco de Alimentos en Castro, seguro que a muchos supermercados les sobran excedentes que acaban en la basura. Y seguro que a muchas personas no les importaría dar un paquete de garbanzos de vez en cuando. Aportar un euro de un presupuesto de compras que puede ser de cientos de euros al mes. Un grano de arena para llenar una playa de solidaridad.

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