martes, 21 de octubre de 2008

Peregrinos y delfines de la suerte



En Castro hay un albergue de peregrinos que recorren el Camino del Norte, de Irún a Santiago. Yo hice el Camino con mis amigas, y el año pasado ayudamos a equipar el albergue y atenderlo unos días. Este año también hemos echado una mano, pero nos hemos llevado a un traductor excepcional: Sidia Konteh, de Gambia. Un musulmán recibiendo a los peregrinos católicos. Qué contraste, ¿eh?


Ha sido un acierto: el muchacho es encantador. Siempre con una magnífica sonrisa, recibía a los peregrinos, los inscribía, les enseñaba las duchas, el dormitorio, dónde podían lavar y tender, dónde guardar las bicis, dónde comprar... Ha barrido y fregado. Este último mes le llevé un camping gas y una tetera y, con esa elegancia y educación naturales que no ha recibido en ningún colegio de pago, ya que no ha ido nunca a ninguno, les ha hecho y ofrecido té a todos. El albergue tiene 16 camas pero han dormido hasta 23 personas. Sidia estaba pendiente de que todos tuvieran con que arroparse. Ha hecho muchos amigos, con algunos ha paseado y hasta le han llevado a cenar, respetando su ayuno diurno en el Ramadán. Desde junio han pasado unos 1.500 peregrinos de 33 nacionalidades.

Ahora hay menos peregrinos, pero hasta cuando sólo hay uno pasan cosas excepcionales. Sidia ha tenido una herida en la rodilla que había que curar todos los días y ver su evolución. Lo hacía Juan Ogando, “padre Juan”, como le llama Sidia. Un día que él no pudo, se lo iba a curar yo. Estaba un peregrino alemán leyendo, el único en el albergue, y ya con el equipo de cura en la mesa le comenté a Sidia: “¿Este hombre no será médico, por casualidad?”. Y preguntamos: “¿Are you a doctor?”. Ante nuestra sorpresa, dijo que sí, se levantó, cogió los bártulos y curó a Sidia con maestría: nos dio los mismos consejos que nos habían dado en el Centro de Salud.

¿No es increíble? Tenía justo la profesión que necesitábamos ese día. Ya os dije que este chico, que vino en un cayuco escoltado por los delfines, va a tener suerte. Termino con una palabra que le encanta a Sidia y la repite una y otra vez: “Ojalá…”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá Sidia, ese encantador muchacho, tenga la suerte que le deseamos. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Este chaval vale un huevo...atento, simpatico, educado , cariñoso y mil cosas mas q podria poner de lo q yo veo...no creo q tarde mucho en encontrar su golpe de suerte, por lo menos creo q se lo merece y como dicen q el q la sigue la consigue....

Elena dijo...

Que te lo digan a ti, ¿verdad Kertxo? El que la sigue la consigue, sí señor. O eso dice mi optimismo.
Guillermo, gracias por tus amables comentarios.

Fran Invernoz dijo...

En los viajes, parece mentira, pero siempre se suele confirmar la historia biblíca del buen samaritano. Le deseo suerte a este muchacho. Estoy relacionado con el albergue de peregrinos de Avilés. Acá les espero. Suerte y cordiales saludos.

entrenomadas dijo...

Vengo desde Migramundo a leer este precioso texto.
Un viaje es un viajes en todos el sentido de la palabra.

Un abrazo,

Marta

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